Por: Andrea García.
A: J.B.
Había una vez un
pueblo quieto y desolado en donde la luna no podía salir. Los habitantes del
pueblo, de la luna sólo tenía el recuerdo, y los niños solamente podían
imaginarla por los relatos de los viejos que se sentaban alrededor del fuego a
contar historias de la luna llena.
“¿Qué pasó en nuestro pueblo -preguntaban
los niños a sus abuelos- que ya no sale la luna?”... “Hace muchos años –respondían
los abuelos-, vino un extranjero cargando una piedra, una piedra muy grande, y
nos dijo que si alguien la sostenía en su lugar, al instante Dios la
transformaría en pan y todo el pueblo podría comer mucho pan y vino
multiplicado con creces”. Ciertamente el pueblo era muy pobre y padecía mucha
hambre y sed, pero también es cierto que era muy rico en cultura. Ya antes
habían venido extranjeros trayendo historias de otras partes del mundo, no sólo
del país, sino de todo el continente, así como de otros continentes, esos
extranjeros han surcado ríos y mares, cielos y montañas, desiertos y bosques, selvas
y cualquier obstáculo. “Con decirles que un día llegó un extranjero diciéndonos
que había cruzado el río en una tortuga”. “Hay si ya no abuelo”, replicaron los
niños sonriendo, porque los niños son pequeños gigantes que lo saben todo, pero
aún tienen mucho por aprender, porque tienen muchos deseos de saberlo todo. “Hay
si ya no ¿verdad niños?... justamente eso fue lo que le dijo el pueblo a ese
forastero, aquella ocasión nos sirvió para aprender desenmascarar charlatanes,
por eso cuando el extranjero de la piedra llegó, nadie le creyó que si cargábamos
su piedra Dios ésta se convertiría en pan”, y es que la gente del pueblo
conocía muy bien el mito de Atlas, ya que un extranjero al que apodaban “El
Greco” había pintado a Atlas cargando el mundo, y nos contó la historia. Pero
la gente de este pueblo era muy buena, así que le propusieron al extranjero de
la piedra ayudarle a condición de que él no les mintiera, ellos quisieron dialogar
con él y juntos liberarlo del gran peso que cargaba sobre su cuerpo, y que le
hacía tan pesado andar… pero este extranjero de la piedra cuando escuchó las
historias del día a día que contaba el pueblo, esas historias de buena gente,
no creyó cuando le dijeron que la vida es como un pájaro, que vuela ligero y
libre por el cielo abierto, de noche y de día. “Volar es imposible”, replicó el
extranjero de la piedra. “Ciertamente lo es”, dijeron los ancianos, “pero es
precisamente por ser imposible, que se puede hacer posible de forma poética”.
La gente buena le preguntó que sí creía en la poesía, él dijo que sí, la gente
creyó en su palabra, más pronto descubrirían que sus palabras eran falsas, que
no eran más que un velo que ocultaba algo, un misterio que llevaría al pueblo entero
al más extremo de los sufrimientos.
Pasaron los días,
y el pueblo intentaba dialogar con el extranjero de la piedra, pero él sólo
decía mentiras, este pueblo no era tonto, pues leía mucho y entre ellos dialogaban
todo lo que leían para aculturarse los unos a los otros, además de que siempre
eran bien recibidos los extranjeros que enriquecían la cultura del pueblo, por
lo que el pueblo siempre estaba dispuesto a endoculturarse. Su educación
consistía en el diálogo y la lectura, aprendían para la vida, y todos (niños y
grandes) leían y recitaban poesías, y contaban historias que se mantenían en la
oralidad del pueblo y en la escritura que plasmaban en papel reciclado.
Pasaban los días,
y el pueblo intentaba ayudar al extranjero de la piedra, pero éste sólo decía
mentiras y mentiras hasta que el pueblo dijo: “ya que este, como todos, está de
paso, como tiene pegada a las manos su piedra, no puede amar y acariciar al
otro, no está abierto al otro porque lleva en sí un gran peso que cargar, por
eso cree que no es posible volar, así que hagamos una cosa: cortémosle la
piedra”. Todo el pueblo estuvo de acuerdo en que era lo mejor, ya que por lo
visto no podía soltar la piedra y el gran peso que se cargaba. Así que el
pueblo lo citó en el valle al amanecer. El extranjero de la piedra que llegó
antes del tiempo acordado, al parecer tenía mucha prisa por concluir con lo que
quería, se sentó a esperar anhelando quién sabe qué cosas, pero cuando vio que
el pueblo se acercaba con tijeras, cuchillos y machetes, el extranjero de la
piedra se asustó tanto, que la angustia le hizo gritar como una loca. La gente
del pueblo no entendía qué le pasaba y por más que le decían que cortarle la
piedra era lo mejor para él y para los demás, que fuera valiente y enfrentara
su angustia y dolor existencial, él se acobardó y ocultó su piedra tras un
enorme velo, y con eso calmó su angustia. Pero el velo era demasiado transparente
y no pudo engañar al pueblo sabio. Más a pesar de ser tan sabio, el pueblo en
esta ocasión no sabía qué hacer, sabían que no podían obligarlo, así que
intentaron dialogar con él, pero el extranjero de la piedra no estaba abierto
al dialogo, así que enfureció y comenzó a arrancar de su piedra algunos
cachitos que se convertían en pequeñas pero duras piedras, y las lanzó a la
gente buena del pueblo, descalabrando e hiriendo a muchos.
La gente comenzó
a irse a sus casas, creyendo que el extranjero se iría del pueblo tras
semejante acto de violencia y pulsión de muerte en su contra. El extranjero que
no estaba acostumbrado a los esfuerzos, se cansó pronto de arrojar piedras, y
se quedó dormido soñando que su mamá le daba de beber su biberón, hasta que
sació su sed en la contemplación de un vaso vacío, ¿será que no le satisfizo el
amor del pueblo sino el acto sanguinario de arrojarle piedras y dañar a la
gente buena?... Sin duda alguna era un delirante. No conocía la poesía. La
deliraba, y esto no era poesía de verdad. El pueblo se marchó sabiendo que el
extranjero de la piedra no era ningún amoroso como la gente creyó cuando llegó.
Pero poco a poco lo fueron conociendo en su verdad.
Al día siguiente,
el pueblo se despertó temprano a trabajar, más no pudieron llegar a sus
destinos, puesto que el extranjero había llenado con su furia los caminos con
piedras que obstaculizaban el paso, lo hizo hasta cansarse, hasta quedarse
profundamente dormido. El pobre pueblo tuvo que organizarse para volver a abrir
los caminos. Y en eso estaban cuando se dieron cuenta de que el extranjero no
se había ido. Una señora buena se ofreció en llevarle pan y un café, pero el
extranjero se enfureció porque decía que la cafeína era pulsión de muerte, ¿era
pulsión de muerte el que una buena mujer te ofrezca una taza de café caliente
para dialogar con el pueblo alguna alternativa de solución a su conflicto
existencial?... Más el extranjero maldijo a la mujer y a todo el pueblo, y
comenzó a aventar más y más piedras hiriendo a más gente, incluida la buena
señora que le llevó el desayuno. “¡Yo no quiero un vaso vacío, yo todo lo que
quiero es un vaso vacío!”. El pueblo no entendía del todo lo que el extranjero
de la piedra decía, y por el pueblo comenzó a correr el rumor de que la piedra
estaba hechizada, ya que le hacía delirar profundamente, y le hacía hacer cosas
malas. Así que el pueblo intentó dialogar con él nuevamente, pero fue inútil,
el sólo negaba tener una piedra, y renegaba de las tijeras, los cuchillos y los
machetes. Y entre el pueblo más buscaba una solución, él más furioso se ponía y
más piedras arroja hiriendo a más y más gente buena. Y así anduvo hasta que un
día, la gente comenzó a sentirse indignada con lo que este extranjero de la
piedra hacía, y empezaron a pedir justicia por la gente lastimada sin piedad, y
algunos sin remedio, ya que sufrieron daño cerebral debido a la caída por el
golpe de la roca en el corazón.
“¡Yo quiero ser
feliz como ustedes, yo no quiero ser feliz como ustedes!”, gritaba furioso el
extranjero, que encontró un camino hacia otras tierras, pero volteaba a ver el
hermoso y sabio pueblo, rico en cultura, y quería quedarse a vivir ahí, pero
también quería marcharse, pues vio en otras tierras la maldad, y un pueblo
lleno de piedras que arrojar, y vasos vacíos que contemplar. Pero el pueblo le
gritaba que sino soltaba su piedra, mejor se fuera a otras tierras, así que el
extranjero que quería y no quería, miró la felicidad del pueblo y sintió
envidia y odio al mismo tiempo, así que quiso vengarse del pueblo, cuyo delito
fue ser feliz, bello y amoroso, pero el extranjero era perverso, así que se
sentó a odiar y lanzar más piedras colocando su piedra entre las dos tierras:
la del pueblo bueno y la del pueblo malo.
El pueblo decidió
no dialogar más con el extranjero, y cuando no lo vieron por el camino se
sintieron felices de pensar que se había marchado. Lo extraño vino a la noche,
cuando la luna debió salir, ya que el pueblo se sentaba en las noches alrededor
del fuego a contar historias a la luz de la luna, los niños solían mirarla con
imaginación, los ancianos pregonaban su sabiduría, y los amantes se besaban los
labios y hacían el amor como Dios sugiere. Pero aquella noche la luna no salió.
La gente se metió triste y extrañada a sus casas, pero pensaron que mañana todo
volvería a la normalidad.
Amaneció, y el
pueblo como siempre se levantó temprano a trabajar y vivir intensamente su
vida. Transcurrió el día sin mayores reparos. Pero una vez más llegó la noche,
y para sorpresa de todos, la luna no volvió a salir. Y así pasaron varios días,
hasta que una noche, el extranjero de la piedra los miró desde el punto exacto
entre dos tierras donde se encontraba, y burlándose del pueblo, les grito: “La
luna no volverá a salir sin mí”. La gente vio que la gran piedra tapaba a la
luna, y sintieron rabia por tanta injusticia. Así que, indignados comenzaron a
gritar: “¡tu piedra oculta a la luna!”, “¡suelta esa piedra!”, “¡quítate del
camino que no dejas aire que respirar!”, “¡si te es fácil aventar piedras
porque no avientas la que cargas!”. El pueblo sabio le gritaba la solución,
pero él era un necio que renegaba del pueblo. “No soy de aquí ni soy de allá,
soy de aquí y soy de allá”, la gente comenzó a darse cuenta de que estar entre
dos tierras cargando una enorme piedra, era la razón de su maldad y el misterio
del sufrimiento, así que decidieron ponerle una solución final a esto y
cortarle la piedra, pero el extranjero no estaba dispuesto a ello, amaba su
piedra con la intensidad con la que se quejaba de ella. Pero el pueblo le
gritaba que eso no era amor, que podía aprender con ellos a amar. Pero a medida
que pasaba el tiempo, el extranjero seguía en su necedad y renegación arrojando
piedras y piedras e hiriendo a más gente. Y con una mano sostenía la enorme
piedra y con otra aventaba piedras al pueblo con la intensión de herirlos y
descargar su odio y furia por el sólo hecho de ser un hermoso pueblo.
Él pueblo sabio
organizó una asamblea y se sentó a dialogar qué harían con el extranjero, pues
ya no podían dejarlo partir, ahora debía enfrentar un juicio por los daños
causado y los delitos cometidos. Pero no podían moverlo de ese lugar. Así que
el pueblo decidió cortarle la piedra antes de que él cortara las alas del
pueblo y les impidiera volar. La gente le dijo que aquí no es así como es él:
perverso. Que en ese pueblo se vuela porque se ama, muy alto y muy profundo.
Pero el extranjero los trató como ignorantes porque les dijo que eso no era
posible, que era imposible y que por mentirosos pagarían muy caro. Así que en
su total perversión, colocó su piedra sobre el camino de la luna tapándola y
privando al pueblo de su belleza nocturna. Como lo vieron decidido a no moverse
de allí, el pueblo le gritó que quitara su piedra, pero él decía que no había
ninguna piedra, y entre más decía esto, y entre más le gritaba el pueblo que
sí, él más intentaba ocultar su piedra con un velo transparente. “Y desde
entonces el pueblo está en pie de lucha, buscando córtale la piedra al
extranjero y deseando que ojalá la luna pueda salir sin él”, contaban los
abuelos a los niños, que mientras escuchaban, dibujaban una luna buscando el
arte de traerla a la presencia.
Pero aquí no
acaba el cuento, “¡el cuento no terminó!”. Dijo una mujer gitana que venia del
extranjero trayendo guitarras, cantos y panderos. Él pueblo la miró con
esperanza. La gitana les dijo que ella podía conjurar a la luna con poemas y
canciones de amor, que ella creía en el pueblo, y que sí sumaban sus voces a la
de ella rompiendo el silencio, entre más fuerte cantaran, más fuerza obtendrían
del cosmos, y entre todos se liberarían quitando la piedra del camino y
desocultando a la luna, que volvería a posarse en el firmamento nocturno de los
cielos brillando llena y pletórica en belleza. ¡La gente deseo cantar y bailar!
¡Contar historias y recitar poemas! Y este es el tiempo presente, ¿qué historia
escribirá el pueblo junto con la gitana extranjera que venía de Argentina pero
que deseaba quedarse en este bello pueblo de México?...
La gitana miró al
pueblo y le dijo: “te invitó a escribir la historia y ponerle un final feliz al
cuento, un final sin final para el final. ¿Aceptas inventarte al fin?”...
Esta historia
continuará…
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