Por Andrea García.
Dice E.M. Cioran en su libro “La caída en el tiempo” de 1964:
”A fuerza de permanecer sentados al borde de los instantes para contemplar su
paso”, “acabamos no distinguiendo ya en ellos sino una sucesión sin contenido,
tiempo que ha perdido substancia, tiempo abstracto, variedad de nuestro vacío.
[…] Nos toca ahora devolverle la vida y adoptar para con él una actitud clara,
carente de ambigüedad”.
¿Cuánto tiempo
hemos perdido en un reloj?... Tiempo vulgar dirá Heidegger. Mientras que el
tiempo de un poema es otro, es tiempo de amor que da tiempo de comprender,
tiempo para la caída, tiempo para encontrarse, tiempo para hablar, y tiempo
para el silencio. No nos detendremos por ahora en el ser y el tiempo más que lo
preciso, ya llegará el tiempo del tiempo como advenimiento del tiempo de un
poema. Lo que nos interesa por ahora, es ir más allá de la temporalidad.
Tiempo de la
sujeto, tiempo de mujer, tiempo de un poema femenino.
Lacan define al
sujeto como aquel que representa un significante para otro significante. De
significante en significante hay una cadena. ¿Dónde está el sujeto en todo
esto?... S1-$-S2 Ahí donde por poco estaba: hay un primer significante que se
encadena con otro, sería un error creer que en medio está el sujeto, se trata
de una topología distinta. Dirá Lacan: “[…] Allí donde estaba en este mismo
momento, allí donde por poco estaba, entre esa extinción que luce todavía y esa
eclosión que se estrella, Yo [Je] puedo venir al ser desapareciendo de mi dicho”.
Una mujer está y no está en un verso, pero siempre está en el poema. Para
encontrar a la otra mujer (la que no está en el verso), hay que encontrar
primero a la que sí está: no se trata del enunciado, sino de la enunciación, la
sujeto de la enunciación. Donde por poco estaba la otra mujer, ella desaparece
de su dicho, para estar entre palabras tibias con su deseo de… Aparecen los
velos: empieza a ser mujer infinita y eterna, cuestión atemporal, sin espacio,
sin comas, ni acentos, la noche empieza a crecer…
¿Cómo (a)cae(ser)
en un poema? “¿Cómo llegar allí mismo para hacerme ser allí, por el hecho de
enunciarlo ahora?”... Pregunta Lacan.
El tiempo de un
poema, es atemporal. Ahí donde por poco estaba la otra mujer, ella dice su
palabra para hacerse ser, deviniendo mujer donde ello estaba. Y también, produciéndose
donde ello no estaba, pero estará. Será necesario escribir una “Wo Es war, soll
Ich werden” femenino donde pueda habitar poéticamente la otra mujer. Será
necesario continuar pensando y escribiendo nuestro propio camino hacia la
muerte femenino: caminante no hay camino, se hace camino al andar.
Pero la otra
mujer no es efímera, ya que el amor no es efímero: el amor es eterno todo el
tiempo que dura, por eso el instante de ser será un instante de eternidad.
Por ahora sólo un
esbozo. El pensamiento continuará hasta sus límites. ¿Alguien desea escribir
sobre la otra mujer produciendo de forma poética su camino propio hacia la
muerte? ¿Somos libres para hacerlo? Un secreto a voces: ¡la otra mujer sólo se
escribe en acto! Recordemos: ¡es una cuestión no ideológica! ¿Te atreves?...
NO TE SALVES.
(Mario Benedetti).
No te quedes inmóvil
al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgana
no te salves ahora
ni nunca
no te salves
no te llenes de calma
no reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo
no dejes caer los párpados
pesados como juicios
no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo
pero si
pese a todo
no puedes evitarlo
y congelas el júbilo
y quieres con desgana
y te salvas ahora
y te llenas de calma
y reservas del mundo
sólo un rincón tranquilo
y dejas caer los párpados
pesados como juicios
y te secas sin labios
y te duermes sin sueño
y te piensas sin sangre
y te juzgas sin tiempo
y te quedas inmóvil
al borde del camino
y te salvas
entonces
no te quedes conmigo.
Nocturno.
Belarmino Miranda Montoya.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario