lunes, 11 de enero de 2016

TIEMPO DE UN POEMA.



Por Andrea García.


     Dice E.M. Cioran en su libro “La caída en el tiempo” de 1964: ”A fuerza de permanecer sentados al borde de los instantes para contemplar su paso”, “acabamos no distinguiendo ya en ellos sino una sucesión sin contenido, tiempo que ha perdido substancia, tiempo abstracto, variedad de nuestro vacío. […] Nos toca ahora devolverle la vida y adoptar para con él una actitud clara, carente de ambigüedad”.

     ¿Cuánto tiempo hemos perdido en un reloj?... Tiempo vulgar dirá Heidegger. Mientras que el tiempo de un poema es otro, es tiempo de amor que da tiempo de comprender, tiempo para la caída, tiempo para encontrarse, tiempo para hablar, y tiempo para el silencio. No nos detendremos por ahora en el ser y el tiempo más que lo preciso, ya llegará el tiempo del tiempo como advenimiento del tiempo de un poema. Lo que nos interesa por ahora, es ir más allá de la temporalidad.

     Tiempo de la sujeto, tiempo de mujer, tiempo de un poema femenino.

     Lacan define al sujeto como aquel que representa un significante para otro significante. De significante en significante hay una cadena. ¿Dónde está el sujeto en todo esto?... S1-$-S2 Ahí donde por poco estaba: hay un primer significante que se encadena con otro, sería un error creer que en medio está el sujeto, se trata de una topología distinta. Dirá Lacan: “[…] Allí donde estaba en este mismo momento, allí donde por poco estaba, entre esa extinción que luce todavía y esa eclosión que se estrella, Yo [Je] puedo venir al ser desapareciendo de mi dicho”. Una mujer está y no está en un verso, pero siempre está en el poema. Para encontrar a la otra mujer (la que no está en el verso), hay que encontrar primero a la que sí está: no se trata del enunciado, sino de la enunciación, la sujeto de la enunciación. Donde por poco estaba la otra mujer, ella desaparece de su dicho, para estar entre palabras tibias con su deseo de… Aparecen los velos: empieza a ser mujer infinita y eterna, cuestión atemporal, sin espacio, sin comas, ni acentos, la noche empieza a crecer…  

     ¿Cómo (a)cae(ser) en un poema? “¿Cómo llegar allí mismo para hacerme ser allí, por el hecho de enunciarlo ahora?”... Pregunta Lacan.

     El tiempo de un poema, es atemporal. Ahí donde por poco estaba la otra mujer, ella dice su palabra para hacerse ser, deviniendo mujer donde ello estaba. Y también, produciéndose donde ello no estaba, pero estará. Será necesario escribir una “Wo Es war, soll Ich werden” femenino donde pueda habitar poéticamente la otra mujer. Será necesario continuar pensando y escribiendo nuestro propio camino hacia la muerte femenino: caminante no hay camino, se hace camino al andar.

     Pero la otra mujer no es efímera, ya que el amor no es efímero: el amor es eterno todo el tiempo que dura, por eso el instante de ser será un instante de eternidad.


     Por ahora sólo un esbozo. El pensamiento continuará hasta sus límites. ¿Alguien desea escribir sobre la otra mujer produciendo de forma poética su camino propio hacia la muerte? ¿Somos libres para hacerlo? Un secreto a voces: ¡la otra mujer sólo se escribe en acto! Recordemos: ¡es una cuestión no ideológica! ¿Te atreves?... 

NO TE SALVES.
(Mario Benedetti).

No te quedes inmóvil 
al borde del camino 
no congeles el júbilo 
no quieras con desgana 
no te salves ahora 
ni nunca 
no te salves 
no te llenes de calma 
no reserves del mundo 
sólo un rincón tranquilo 
no dejes caer los párpados 
pesados como juicios 
no te quedes sin labios 
no te duermas sin sueño 
no te pienses sin sangre 
no te juzgues sin tiempo 

pero si 
pese a todo 
no puedes evitarlo 
y congelas el júbilo 
y quieres con desgana 
y te salvas ahora 
y te llenas de calma 
y reservas del mundo 
sólo un rincón tranquilo 
y dejas caer los párpados 
pesados como juicios 
y te secas sin labios 
y te duermes sin sueño 
y te piensas sin sangre 
y te juzgas sin tiempo 
y te quedas inmóvil 
al borde del camino 
y te salvas 
entonces 
no te quedes conmigo.





Nocturno.
Belarmino Miranda Montoya.



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