jueves, 20 de octubre de 2016

LA CASTRACIÓN Y EL DEJAR SER.

     La castración es un acto psíquico complejo, que experimentan de forma activa tanto hombres como mujeres para devenir tales, en tanto sujetos sexuados, correspondientes a su sexo. La castración consiste en aceptar la Ley e introyectarla: todo no se puede. A lo cual debe agregarse el asumir la sexuación: un hombre hace semblante de tener el falo, y una mujer hace semblante de no tenerlo, aunque la cuestión no es así de simple, lograr esto es un proceso complejo. Más ninguno de los dos tiene al falo. Más el hombre hace semblante de tener el falo con su pene, y la mujer al hacer semblante de no tener el falo, deseará el pene en su vagina, por ello la vagina no es meramente una ausencia de pene, es un cuerpo deseante. Esto para la heterosexualidad. En la homosexualidad se dará una variación: las mujeres homosexuales harán semblante de no tener el falo, y buscarán otra mujer que también haga semblante de no tener el falo, por tanto, no buscan un pene, pero no prescinden del falo en tanto sexuadas. El hombre homosexual por su parte, hará también semblante de tener el falo y buscará otro hombre que también haga semblante de tener el falo. Ahora, el lector puede preguntarse: ¿qué pasa cuando un hombre homosexual desea tener vagina? Cabe señalar que no estamos hablando de género, sino de sexo. En ese sentido no hay hombres que tengan vagina. Espero no causar un escándalo, en todo caso el escándalo no sería mío, sino del otro. Pero a lo que aludo, insisto, no es al género sino al sexo. En ese sentido, si un “hombre” quiere tener vagina, es porque en lo real del sexo no es hombre, sino mujer, aunque su género sea masculino. Lo cual no lo hace menos sexuado. Y lo mismo pasa con las mujeres heterosexuales, aunque obviamente distinto: si una mujer desea tener pene, no es mujer, no hay mujeres con pene, es hombre en lo real del sexo, aunque su género sea femenino. Lo cual no debe ser objeto de discriminación, ya que un mundo justo es un mundo donde quepan muchos mundos y cada sujeto sea dejado ser y deje ser al otro.

     En este sentido, aceptar el sexo que seas, independientemente de tu género, es una ética, y radical. Porque renegar de tu sexo es perversión. No hay mujeres con pene, ni hombres sin pene. Insisto, en el género son incluidos aquellos que en el género se ubiquen como hombres o mujeres, pero para vivir en sociedad, lo ético es que te ubiques en el género que gustes, a condición de que aceptes tu sexo. Es por ello que un mundo inclusivo, no discriminaría a sujetos de género masculino, que deseen tener vagina, y viceversa para el género femenino. Más aceptar la Ley, cuestión no sólo ética sino también política, implica aceptar la sexuación, con base no en el género, sino en la verdad de cada sujeto, en su verdad sexual: lo real del sexo.


     En todo lo anterior estriba la importancia de darle una ética a las categorías (no clasificaciones) de género y de sexo. Pero, como dice Joan Copjec en su libro “El compacto sexual”, el concepto de género le sirve al capitalismo. Es por ello que debemos darle un uso ético a ese concepto como inclusión social de sujetos distintos a la norma socio-histórica. Pero en sentido estricto, un mundo sin la categoría de género sería un mundo mejor, ya que cada quien sería, a condición de aceptar la Ley, quien desea ser. Y así debería ser dejado ser.

     Y es ético entender bien lo aquí escrito, para dejar ser al otro y a ti mismo.



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