jueves, 24 de marzo de 2016

TROVADOR ANTIGUO. (Silvio Rodríguez).

Sin brillantes conclusiones
ni versículos de fuego;
sin palabras que hagan juego
con grandes decoraciones;
sin humos o presunciones,
más bien con talante exiguo
me declaro trovador antiguo.

Soy de donde los patriotas
daban nombres a las calles.
Soy de un río, soy de un valle
y de una familia rota.
Soy de un pueblo en bancarrota,
de un San Antonio fiestero
donde hoy sólo el viento sopla entero.

El nuevo trovador antiguo
se acerca a la procesión.
Le dice adiós al mundo ambiguo
y pone pie en el caracol.
Escena sucedida tanto,
anónimo el compositor.
El horizonte es el espanto;
la miniatura, el amor.

También nací en Centrohabana,
rumba de supervivencia,
son de perdida inocencia
en clamor de pena urbana;
venerable afrocubana
de existencia fabulosa,
hembra sobrenatural y diosa.

Recorriendo sus esquinas
vuelvo a sentir la fragancia
de una calle de mi infancia
barrial y capitalina:
San Miguel, ángel en ruinas
de inmaculada bandera,
luz vitral de mi canción primera.

El nuevo trovador antiguo
se alinea con la procesión.
Le dice adiós al mundo ambiguo
y pone pie en el caracol.
Escena sucedida tanto,
anónimo el compositor.
El horizonte es el espanto;
la miniatura, el amor.

Ahora soy de la memoria,
ahora pertenezco al viento;
otro dirá en su momento
si fui más pena que gloria.
Lo que fue nuevo es historia
y lo que nace alza vuelo
con el sueño de tocar el cielo.

Partero fui de un futuro
escurridizo, inasible,
seguramente posible
si no le ponemos muros.
El amor es el más puro
néctar contra la tristeza.
Bienvenida su naturaleza.

El nuevo trovador antiguo
se acerca a la procesión.
Le dice adiós al mundo ambiguo
y pone pie en el caracol.
Escena sucedida tanto,
anónimo el compositor.
El horizonte es el espanto;

la miniatura, el amor.







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