sábado, 4 de febrero de 2017

LA MIRADA Y LA PARTE DEL FUEGO: MIRAR A TRAVÉS DE LA NIEBLA. (Parte 1: La pesadez de la niebla de los desconocidos).

     Nos dice Mario Benedetti:

“Me cuesta como nunca
nombrar los árboles y las ventanas
y también el futuro y el dolor
el campanario está invisible y mudo
pero si se expresara
sus tañidos
serían de un fantasma melancólico”[1].

    La niebla a la que alude Benedetti, no es ese vapor ligero que todos conocemos. Es un imaginario poético que denuncia un imaginario perverso: un velo sobre lo Real (en sentido estrictamente lacanino). En química: la humedad del aire se debe al vapor de agua presente en la atmósfera[2]. Pero la niebla es agua condensada en el suelo, no en el cielo. Nos dice Cris Fink: “La niebla y la neblina suelen formarse de noche, cuando el aire es demasiado frío para sostener toda su humedad. El aire frío provoca la condensación y el agua forma pequeñas gotas en el aire”[3]. “El vapor de agua tiene una menor densidad que la del aire, todos percibimos la neblina, pero cado uno la siente diferente, dependiendo de su constitución subjetiva. Y en este caso, contrariamente a lo que podría pensar el sentido común: la niebla fetichista no es ligera, es un vapor denso, lo cual no existe en lo Real, sino en el imaginario, que no poético, más nosotros en tiempos de penuria le ponemos nombre a lo innombrable poetizando el ser oculto tras esa niebla. ¿Cómo mirar a través de ella?... Sobre todo cuando las cosas cambian en esa niebla…

“la esquina pierde su ángulo filoso
nadie diría que la crueldad existe
la sangre mártir es apenas
una pálida mancha de rencor

cómo cambian las cosas
en la niebla

los voraces no son
más que pobres inseguros de sí mismo
los sádicos son colmos de ironía
los soberbios son proas
de algún coraje ajeno
los humildes en cambio no se ven:”

     ¿Por qué no se ven?... ¿Por qué la ceguera ante la neblina que distorsiona la vista e impide mirar a través de ella la verdad del ser?... Porque nosotros, de una u otra manera, o somos víctimas o somos cómplices y victimarios del velo fetichista: del vapor denso de la niebla, del peso de los años de opresión y represión fascista reaccionaria del perverso. ¿Cómo aligerar el aire con la mirada para alzar el vuelo?...

     “¡Qué extraño es vagar en la niebla! Ningún hombre conoce al otro”, nos dice Herman Hesse. Conocernos nos permite encontrar el punto exacto en el que explotamos al amar, diríamos nosotros parafraseando una canción de Ricardo Arjona. A lo cual habría que agregar que conocernos no es un conocimiento imaginario, sino un saber Real, que no es sin castración. ¿Por qué ante el velo de la pesada niebla el neurótico niega, el psicótico forcluye, y el perverso reniega?..., y cabe decir que es este último el que coloca el velo a sí mismo y a los demás.

     Dejamos por aquí la interrogación y el desafío al pensamiento crítico, para darnos a la tarea de pensar lo que aquí planteamos en la parte uno de la presente reflexión sobre la mirada erótica y la niebla.

(Continuará).







[1] Poema: “Hombre que mira a través de la niebla”.
[2] Humedad del aire. En línea, en: <https://es.wikipedia.org/wiki/Humedad_del_aire>. [Consultar: 04/02/17].
[3] Fink, C. Diferencias entre niebla y neblina.

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